
Es un nutriente que se encuentra en las células de todo el cuerpo. Ayuda al sistema inmunitario a combatir bacterias y virus que invaden al cuerpo. El cuerpo también necesita zinc para fabricar proteínas y el ADN, el material genético presente en todas las células. Durante el embarazo, la infancia y la niñez, el organismo requiere zinc para crecer y desarrollarse bien. El zinc también favorece la cicatrización de las heridas y el funcionamiento normal del sentido del gusto y el olfato. Además, participa en el metabolismo de los carbohidratos, aumenta el efecto de la insulina, tiene capacidad antioxidante, es necesario para la producción de testosterona, la fertilidad, la maduración sexual y en el mantenimiento sano de la próstata. Otras funciones fisiológicas del zinc incluyen la regulación de la función cerebral y la sinapsis, respuesta al estrés, propiedades antiinflamatorias, mejora la visión nocturna, mejora el apetito y participa en diferentes reacciones junto con el hierro, cobre, magnesio y calcio. Los síntomas de deficiencia de zinc incluyen infecciones frecuentes, hipogonadismo en los hombres, pérdida de cabello, inapetencia, problemas con el sentido del gusto y el olfato, llagas en la piel, crecimiento lento, dificultad para ver en la oscuridad y heridas que tardan mucho en sanar.